Lectura Capítulo 1 "Sho-shan y la dama oscura

Alberto Chimal sobre "Sho-shan & la dama oscura"

—¡La invasión japonesa!
Música tremenda: los personajes (que son todos adultos serios, bien vestidos y preocupados, según dicen, por el bienestar de la juventud) se quedan inmóviles y una serie de acercamientos nos muestra, una por una, subrayadas por un fondo espectacular y un golpe de la música, sus caras de sorpresa, las bocas abiertas y los ojos, desde luego, todavía más abiertos. Todos los ojos son enormes: hasta cuando están cerrados se ven enormes.
—¡Por todos lados están los comics, las películas, los juegos! —piensa uno: su imagen sigue inmóvil pero se oye la voz —¡Las líneas dibujadas que indican velocidad, los vestidos, los peinados imposibles!
—¿Qué vamos a hacer?
—¿Qué va a pasar?
—¿Cómo los vamos a combatir?
—¿Cómo haremos para convencer a niños y jóvenes de no leer manga y no ver anime?
Puede pasar hasta un minuto entero en lo que seguimos viéndolos, perplejos, indignados, y sin darse cuenta de que ellos mismos están dibujados al estilo japonés y ya son parte de un episodio de una serie de anime…
¡Entonces uno encuentra su reflejo en el espejo convenientemente situado a su derecha!
Más música tremenda. Todos los otros lo miran con atención y ven que es un dibujo. Poco a poco se dan cuenta de lo que eso significa y se miran unos a otros con horror. Algunos tienen la boca enormemente abierta.
Cuando otros empiezan a llorar, es decir, dejan ver grandes cantidades de lágrimas brillantes que se acumulan en la parte inferior de sus ojos enormes, la música se vuelve tristísima…

* * *

Algo como esta escena no ha pasado nunca en la televisión pero sí, muchas veces, en la vida real: la invasión japonesa tuvo lugar hace treinta años (al menos aquí en América Latina) y muchos de los señores y señoras que lamentan la popularidad del anime y el manga entre nosotros eran fanáticos de Remi, Candy Candy, Astroboy, Señorita Cometa o cualquier otra de las series que ahora deberíamos llamar clásicas: parte de la vida y los recuerdos de generaciones enteras. Hoy fascinan otros personajes y otras historias; algunos son muy buenos, otros no, pero lo que importa es esto: la atracción que ejerce ese modo de contar, de fantasear, de dibujar, ya no se va a ir. Esas criaturas venidas de oriente llegaron para quedarse y no sólo encantan aquí sino en el mundo entero.
Esta novela de Eve Gil (quien de seguro vio a Cometa y a Candy; mínimo) es la historia de cómo nos fascinamos con lo japonés; incluye los términos y explicaciones necesarios para que quienes no saben del asunto aprendan, y (también) los guiños y referencias a las profundidades de la cultura japonesa que quienes sí saben podrán captar para sentirse como en casa.
Pero esta novela es también una historia de nuestra imaginación, que no es mexicana ni japonesa ni de ningún sitio, sino simplemente humana: de lo que nos alienta a pensar en nosotros mismos como no somos y, tal vez, como nunca podremos ser…, porque todas las recomendaciones de la gente seria se pueden resumir en una: “deja de soñar”, y en general no hacemos demasiado caso.
Estos sueños mexicanos con forma japonesa, con efectos especiales hechos estrictamente de letras y toda la música que podamos evocar al leer la acción, pueden hablarnos de secretos olvidados, de lo más entrañable de la propia vida, y también de lo más emocionante. Nos vemos en las páginas que siguen.

Alberto Chimal
[El espacio sideral, marzo de 2009]

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